Joyería contemporánea, arte, diseño, artesanía...

27 de abril de 2009

continuación

Ya ven . Me voy animando y he decidido poner otro pedacito de mi relato. Espero que , al menos, a los que han leido lo anterior les guste y así seguir animándome a ponerlo todo. Gracias a los que me han enviado algún comentario , siempre amable y positivo, porque la verdad que una se asusta un poco cuando se atreve a mostrar lo que escribe... Y es que ese juez inquisidor que llevamos dentro anda al acecho incansablemente. Por ahora aunque no lo he despistado, sí le he desobedecido.



El sonido insistente del teléfono la retorna al presente e, instintivamente, se mueve dentro del hueco de su asiento. El leve movimiento le produce una agradable sensación recordándole que hoy no ha venido el masajista... Le gustan los toques enérgicos de aquellas manos, moviéndose arriba y abajo por sus brazos y sus piernas, le gusta el calor que siente, le gusta el cosquilleo de la sangre recorrerle la piel. Le parece, en esos momentos, estar unida de nuevo a su cuerpo. Ya ella es una mujer mayor pero no ha olvidado lo que es el placer sensual. Esos días en que la masajean vive intensamente el gozo de ser acariciada y, echándose hacia atrás en el sillón, cierra los ojos para dejarse llevar por los recuerdos que celosamente guarda. Suspira y piensa que, de todas todas, no era esto lo que esperaba para la vejez. Sonríe para sus adentros por lo cómico que resulta este pensamiento. ¿Quién podría esperar algo así? Siempre imaginó que, al final del camino, habría una mecedora, mullida, confortable... Sería como volver al hogar. El hogar. Ella buscó el hogar en su vida, en cada acto, en cada relación, en cada decisión. Y vivió una vida completa porque, eso sí que no, ahora, aunque sabe que es el último tramo, no va a enjuiciarse a sí misma. Nada de “si tuviera otra oportunidad lo haría diferente”. ¡Menuda estupidez!.¡Claro que probaría a cambiar!.¿Para qué vivir dos vidas iguales?.Pero no hay otra oportunidad. Doña María es de las que creen que uno no puede vivir más que como vive, que uno no puede tomar más que las decisiones que toma en el momento en que las toma, que uno comete los errores que tiene que cometer. Los errores son inevitables y camaleónicos. Una no sabe que son tales hasta que los comete y aun a los que los ves llegar, que se les ve el plumero, como si dijéramos, aun éstos son inevitables también. Ella no cree que se pueda intervenir en el orden de las cosas de este mundo. Una se somete a la vida y la vive. Sabe que sus hijos no están de acuerdo con su forma de pensar y, a pesar de que eso la inquieta, intuye que está bien que sea así.



Carmen Alemán.

22 de abril de 2009

Una mujer, un día , en alguna casa...

Mañana 23 de Abril es día del libro.... Aquí va una pequeñísima aportación personal a ese mundo fantástico de creación que es la literatura. no pretende ser una obra acabada sino más bien un ejercicio de entrenamiento y ficción...


Doña María está sentada en su sillón, frente al televisor, y, al verla, uno podría pensar que está enfrascada en una película de Imperio Argentina o de Jorge Negrete tal vez, si no fuera porque la pantalla está apagada. Mira absorta, muy adentro, ese espacio oscuro que tiene ante ella. Permanece días enteros sentada en ese sillón. Desde aquí asiste a la suma imparable de los días, sin saber ya , a estas alturas, cómo ni cuándo empezó la disgregación de su ser. Su cuerpo no la obedece. Cuando quiere hablar las palabras salen de su boca trastabilladas, a empujones y apenas inteligibles. Caminar es otro acto penoso y enormemente torpe. Sus pies se empeñan en no separarse del suelo y su espalda se siente atraída como un imán hacia él, obligándola a mirar las losetas y a ser testigo de la incapacidad de sus piernas para sostenerla. Decidió pues caminar lo imprescindible: de la cama al sillón, del sillón a la mesa de la cocina, de ahí al aseo, del aseo al sillón, del sillón a la cama... La rutina se cumple cada día. Hablar sí que no, porque ello no era tan necesario. Además, hasta para ella misma resultaba muy difícil ordenar la maraña mental que tenía dentro. Su mente cambia de escenarios continuamente, tampoco a ella consigue dominarla. A veces se interna, como ahora, en lugares remotos y subterráneos donde no hay ningún resquicio de luz y entonces se siente abandonada en un universo desolado y desconocido.
Sin embargo, ha aprendido a seguir los senderos y recovecos por los que, mayoritariamente, transita su mente y se reconoce y reconoce lugares y gentes. Ella supone que ha sufrido una especie de golpe de estado a su integridad y se da cuenta de que, los que la cuidan, sus hijos, su marido, piensan que ya no discierne. Lejos está de poderles hacer ver la realidad tal cual es. Lejos están ellos que contemplan cómo la vida ya no pone ningún interés en aquel cuerpo. Lejos del trajín de pensamientos, sentimientos y emociones que vive Doña María...

Carmen Alemán.

Naife,


Pendientes. Plata 930/1000, cuerno

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