Joyería contemporánea, arte, diseño, artesanía...

23 de mayo de 2009

"Las Peras de Riquelme"


Acrilíco sobre cartolux

70x100

Mi amigo José Riqelme, colgó un cuadro hace ya un tiempo, con unas medias peras en relieve , en un blanco impoluto, con mi pintura he querido enviarle un guiño de amistad.

17 de mayo de 2009

Espacio Abierto en la XXII Feria Insular de artesania de Fuerteventura


Un año más, Espacio Abierto, Asociación Profesional de Artesanos asiste a la feria Insular de artesanía de Fuerteventura
celebrada del 7 al 10 de Mayo, en Antigua.

Cogimos nuestras piezas, ilusiones, la neverita, tarecos varios, incluyendo moqueta, pintura y útiles, cargamos los coches, madrugamos para coger el barco y rumbo a Fuerteventura




Como en otras ocasiones nos recibieron de la mejor de las formas.


En esta ocasión, conformamos el multiestand de Espacio Abierto:


Carlos Alzola con sus muebles, Jesus Garcia con sus cuchillos Canarios, Santi Carballo con sus Bolsos y piezas para hosteleria, Bernhad Glauser con sus joyas , Santiago y Chencha con ceramica y nosotros con nuestras joyas.






Nos ubicaron dentro del pabellón deportivo y conseguimos uno de los montajes que mejor nos han quedado, comodo, elegante, funcional...

7 de mayo de 2009

final

no sé qué pasó pero se me fue todo al carajo, pensé. todavía no controlo bien el funcinamiento de esto.


Animada como estaba ahora, busca la mirada cómplice de su marido, sentado en un viejo sillón que hay en el balcón. Está leyendo una novela barata de Marcial Lafuente Estefanía. De toda la vida ha leído esas novelas, deben de haber pasado por sus manos cientos de títulos. La de veces que mandó a su hijo con una caja de cartón, llena de ejemplares para cambiar por otros, a una librería que había en la zona baja de la ciudad. Aquella librería se dedicaba a la compraventa de libros. Era un local desordenado, en penumbra, con los tomos apiñados por todas partes, en estanterías, en cajas, en el suelo... con estrechos pasillos que apenas dejaban espacio para revolver en las pilas de libros usados y encontrar lo que andabas buscando. Doña María la visitó sólo en un par de ocasiones y siempre le sobrevino un ataque de molestos estornudos a la vez que una desagradable impresión. No le gusta ni el aire de aquella librería ni la figura de su propietario. Se rumoreaba por ahí que el hombre practicaba la brujería y ella lo creía porque las dos veces que lo vió sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal y la piel se le puso de gallina erizándosele los pelos. Tenía una imagen siniestra aquel señor. Por eso no le gustaba que su niño se acercara hasta allí, no fuera a hacerle, por arte del diablo, algún trabajo mal intencionado o un simple mal de ojo. Al menos eso le decía su madre, que sabía de esas cosas, y ella se lo reprochaba a su marido pero él siempre le quitaba importancia al asunto. Desde luego, Doña María no volvió a pisar el suelo de aquel lugar.
Con la mirada examina a su esposo y piensa que ha sido un hombre tranquilo, nunca ha tenido prisas, siempre ha encontrado sillas en el camino para descansar... No obstante, para beber y algún que otro menester, sí que se andaba ligerito ¡carajo!. Busca que sus ojos se encuentren pero sigue absorto en la lectura. Hace días o meses, ha perdido la cuenta ya, pero sí sabe que él no se atreve a mirarla. Cuando, a la hora de comer, se sientan juntos quiere gritarle para que la mire y decirle con los ojos que ella aun está aquí, que sigue viva, que piensa, que siente, que lo ama y que, cada noche, en la cama, al rozar su cuerpo, sabe del dolor que él siente por ella. Daría cualquier cosa por hacerle comprender que sólo está atrapada. Nada hay más importante en su vida que él. Fue un hombre algo débil pero Doña María decidió ser fuerte para los dos y lo llevó a través de una vida porque él era su hombre. Todavía recuerda cuando su madre le previno del amor que le llegaría pronto y para siempre. Su madre tenía la facultad de predecir cierto tipo de hechos que iban a acontecerle a sus seres queridos aunque no siempre los revelaba. Decía que no era bueno conocer el futuro salvo que debieras estar preparada para afrontarlo o bien, evitarlo. Nunca supo cuáles eran sus técnicas de adivinación pero ella y sus hermanos la creían, no sólo por la solemnidad con que comunicaba sus vaticinios sino, sobre todo, porque tales hechos se producían. Así a Doña María le dijo que el amor llegaría pronto, un gran amor pero que éste traería también mucho dolor y sacrificio. Ese día señalado, en los brazos de su madre, fue el día que más lloró en su vida, sin conocerle, por un destino aún no cumplido. Días hubo en los que volvió a llorar pero ninguno como aquel. Aquel primer llanto la llenó de fuerzas para llegar hasta el final porque el día que lo conoció supo que siempre estaría a su lado. El también la amó, lo sabía y ahora lo sabe mejor que nunca. Ahora que no puede mirarla, que deambula por la casa como un lobo solitario, con la sensación de no pertenecer a nada ni a nadie. Con el dolor de no pertenecer a nada ni a nadie.
Reacomodándose en el sillón vuelve a dirigirse con la mirada al balcón. Su marido ya no está allí. ¿Cómo es posible? Tan sólo han pasado unos segundos desde que... Tal vez le ha ocurrido algo parecido a cuando se coge el dobladillo de su falda que todos creen que está cosiendo y dicen que tiene alucinaciones. Piensan que no los escucha, ensimismada y perdida, pero son ellos los que no comprenden. ¡ Ella sabe muy bien que no está cosiendo el dobladillo de su falda sino hilvanando los retales de su vida y, será costumbre o no sabe qué, eso la lleva a cogerse el vestido! A lo mejor ahora, por pensar en él, ha creído verlo.
Doña María siente que le tocan las manos. Está confundida. No puede ser... Pero sí, le cogen las manos, siente un suave apretón y oye que la están llamando. Cuando, por fin, logra enfocar la vista en la dirección adecuada se percata de que no es su marido quién le habla. Es su hijo y también ve a los demás. Todos sus hijos alrededor de ella. Su chico, sin soltarle la mano, le está pidiendo que lo escuche. Obedece como hipnotizada porque ya presiente las maneras de la fatalidad. Ella lo mira sin mirarlo y, a través de aquellos ojos marrones, ve abrirse un camino por el que se aproxima su madre. Oye la voz de su hijo pero es ella quién le revela el significado de las palabras. Su esposo ha muerto... Doña María gira la cabeza hacia el balcón, lo busca desesperadamente con los ojos. No está. Vuelve la mirada interrogando a su madre que ya asiente como si, de antemano, conociera las preguntas.
Se irguió en su sillón, se mantuvo muy derecha, con la atención puesta en algún punto en el espacio y en el tiempo, su rostro activamente respondiendo, lleno de dignidad. Se soltó de la mano y, como si de un milagro se tratara, ordenó a todas sus partes obediencia. Entonces se apoyó y tambaleándose se levantó de su asiento para dirigirse a la alcoba. No quiere que la sigan, no quiere que le vean ni que lo vean, quiere estar sola con él, en su cuarto, en su cama... ¡Cuánto ha añorado las conversaciones que mantenían acostados en la cama! Todavía sin clarear del todo el día, abrigaditos uno junto al otro, hablaban casi en un susurro para que los chicos no se despertaran. De aquellos momentos y de aquel espacio edificaron un mundo de intimidad. Para luego quedaban los quehaceres domésticos, laborales, sociales... el universo entero.

Una de esas mañanas le había hecho prometer que no permitiría que lo viera morir. Ella le explicó que no soportaría tan intenso dolor, que su fortaleza se derrumbaría como si la dinamitaran por dentro. ¡Ella se lo había explicado,¡ se lo había explicado! ¿Por qué no le ha hecho caso? ¿Qué piensa él? ¿Que bromea? Está enfadada, ¡muy enfadada!

¿Es que acaso no podías quedarte en casa, invitarme a la cama contigo, como ahora, con las cortinas echadas?... Sí, sabes que te dejo fumar. Deja que me acurruque a tu lado, quiero estar muy cerca, tengo frío y me siento cansada….

¡ Ah! Se me olvidaba decirte que la mecedora que encargamos para el balcón ya está acabada. Pronto estará en casa.



Carmen Alemán

final

Bueno ya voy a poner el resto del relato porque me está pareciendo una entrega por capítulos y, la verdad,no quería hacer eso. Es que, en principio, me pareció muy largo y no pensaba ponerlo todo. Luego me fui animando y quedó así. Algún día lo retomaré y ampliaré, porque hay partes que creo que pueden dar más de sí, pero por ahora ahí queda. Y es que esto de escribir requiere de mucha dedicación, espacio y soledad. Empiezas a escribir algo, te entusiasmas , investigas, profundizas, le vas dando forma, te atrapa hasta el punto que no dejas de pensar en eso que has escrito: ¿qué más? ¿cómo diría esto? ¿qué palabra va aquí? ¿ cómo hago de este hecho ordinario algo que merezca ser contado, que sea extraordinario?... Es un proceso apasionante, al menos para mí, y a la vez obsesivo.Por eso escribir, en este momento, es una actividad intermitente en mi vida: aparece... mucha actividad, mucho trajín mental, mucha introspección, mucho hervidero... descanso... desaparece. En fin, no sé porqué estoy contando esto pero ,bueno, salió así. Seguramente será porque imagino que hay alguien que está leyendo y, por supuesto, está interesado en escucharme (jejeje). Pero ¡ya!, hasta aquí llegó hoy mi atrevimiento.

1 de mayo de 2009

continuación

Acomodándose nuevamente echa un vistazo por la sala. Su mirada se fija en los muebles que decoran la estancia. Los muebles que compró... ¿Cuánto tiempo hacía ya?.¡Ah, sí ¡. Los compró cuando se mudaron a esta casa. Han vivido en muchas casas antes que aquí, todas de alquiler y casi han recorrido media geografía insular hasta asentarse en la capital. Doña María quiso siempre venir a vivir a la ciudad. En el campo se pasan muchos trabajitos y dolores. Sin contar que a los hijos se les cierran muchas puertas. Le llevó un tiempo lograrlo pero, poco a poco, a fuerza de Letras y de muchas matemáticas, al fin compraron esta casa. Cuando se trasladaron al piso adquirieron este tresillo de escay, la mesa y las sillas del comedor y el mueble del salón donde está el televisor. En él pudo guardar su vajilla antigua y su juego de copas y, más tarde, otra vajilla que le regaló el novio de una de sus hijas. También estrenó alcoba porque la suya de toda la vida ya tenía más bichos que madera. Lo que no compró fueron camas nuevas para sus hijos pero sí mandó a hacer unos roperos empotrados en las habitaciones. ¡Qué bueno aquel tiempo de novedades!.Esta era una buena casa, había acertado comprándola. Hasta tenía dos baños, solana, trastero y dos buenos balcones. Todo seguía en su sitio, incluso la última figurita que trajo de un viaje a la península y colocó encima del televisor. De buena gana quitaba todos los papeles de las paredes y le daba una manita de pintura a la casa. Le parece a ella que todo está algo rancio y las plantas, cada día, más mustias. Al instante se da cuenta que hace semanas ya que no las riega.Como si no recordara su postración, hace un amago de levantarse con la intención de ir hasta la solana a coger la regadera que tiene allí. Apenas apoyó las manos en los brazos del sillón para incorporarse cayó en la cuenta de su incapacidad. Fue como si le tiraran a la cara un jarro de agua fría. A veces es incapaz de comprender su situación. Tan pronto se ensimisma en los recuerdos como se pierde en la oscuridad de su mente, desligándose por completo de su cuerpo. Hay momentos en que se le mezclan visiones y no puede estar segura de cuáles son reales y cuáles no. Le parece estar habitada por otra mujer y hasta cree haberla visto. Casi siempre a través de los espejos cuando se levanta de la cama o cuando sale de la tina. Ve a una mujer delgada, con el pelo encanecido, la mirada entre extraviada y anhelante. No es una mujer vieja, aunque años tiene, sí, pero las comisuras de sus labios hablan más de penas que de edad. Quizás sea una de esas almas que vagan solitarias por el otro mundo, tal vez algún familiar fallecida tiempo antes de que ella naciera. A decir verdad, no recuerda su imagen en ninguna de las fotos que su madre guardaba en el cajón del ropero. Durante toda su vida ha oído cientos de cuentos acerca de difuntos que se presentan a sus particulares con diversos propósitos. Algunos vienen a solicitar el cumplimiento de una deuda o la ayuda que precisan para ellos poderla cumplir y, de este modo, descansar en paz. Otros quieren dar consuelo a sus seres queridos; los había también perdidos, sin saber que estaban muertos; y sabía de algunos otros que solo vienen a joder. Almas demasiado apegadas a este mundo, decía su madre, que lo que desean es seguir disfrutando de los placeres de la vida y se pegan a sus víctimas como si de la sombra se tratara. Pueden lograr enloquecer a las personas, mermándoles poco a poco su fuerza de voluntad y obligándolas a ser sus esclavos.
¡Ay, cómo se le va la cabeza! Mira que si esta señora ha venido desde el más allá para fastidiarla ¡menudo chasco se habrá llevado! La cara se le ilumina con una sonrisa de oreja a oreja.



Carmen Alemán

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